En los inicios del nuevo siglo la Corporación se planteó, creo que de la mano de Maruyama, ahora presidente y en esos días la mano derecha de Takada (le debió convencer en un momento de debilidad); hacer una incursión en el mundo del software de gestión, los conocidos como ERP, Enterprise Resource Planning. Estos paquetes permiten la gestión integral de la empresa, desde las ventas, la producción, la logística, contabilidad, impuestos, etc. Dada su integración se disminuyen las necesidades de comunicación, coordinación, y se reduce la duplicación de esfuerzos en todas y cada una de las áreas. Desde luego no podía ser Japón el lugar donde se arrancase, es allí donde estaban, todavía están, bastante atrasados en esta área. Así que, bajo la iniciativa del presidente Maruyama, se eligió Europa como el área donde se experimentaría la implementación de una solución, que habría de abarcar casi todos los países europeos y posteriormente el resto de los continentes hasta llegar a Japón.
Copia de uno de los cuadros con las personas involucradas en el proyecto. Por la parte «política» se puso a todo pichi pata, pero no debutaron. Para los curiosos el archivo en formato más visible. Scan_0017
Había habido un precedente, totalmente fallido, en América, un intento de implementación de un software, PeopleSoft, que resultó un fiasco total. Fue mal planteado y elegido, además de mal gestionado, el resultado, el inevitable. Cayeron algunas cabezas, pero no la del principal impulsor del proyecto, le salvó su apellido.
En esta ocasión también pidieron a España, ya para entonces un ejemplo de gestión, con varias aportaciones a nivel europeo, tales como la gestión centralizada de tesorería en Europa, el tratamiento de grupo para deudas inter subsidiarias, etc., pidieron; decía, nuestra cooperación y liderazgo en el proyecto. Me cayó a mí, a mucha honra, y con mucho gustó lo acometí.
Se trataba de involucrar a todos los países de Europa occidental, así que, en base a mis conocimientos como líder de algunos proyectos menores, prepare una lista de personas, de las seis mayores subsidiarias europeas, por cada una de las cuatro áreas más importantes de la gestión, finanzas, ventas, logística y producción. Además, los departamentos de informática debían crear la plataforma y bases para el ulterior soporte y desarrollo de la solución.
Me entere de mi nombramiento en una pausa café de una reunión multitudinaria europea, unas 60 personas, en Darmstadt. Pensé que era un proyecto todavía verde, pero finalizada la pausa café, el Managing Director de la Corporación lo hizo público. Me quedé de piedra.
El software elegido el de una casa sueca, que a golpe de genio de su fundador se había extendido por todo el mundo y había llamado la atención de algunos especialistas. Para el público en general, desconocida. Entonces SAP era la más conocida y había otras americanas, JD Edwards, Baan, razonablemente posicionadas. Maruyama la había conocido de la mano de IBM en Japón que encontró varias similitudes entre Intentia, la tal casa sueca, y la historia de SMC.
El propio Maruyama me pregunto sobre que ERP recomendaría, así de sopetón. Improvisé diciendo que debiera rodar en AS400, que debiera tener presencia mundial y soporte en varios idiomas, le solté los más conocidos, de uno de ellos me sacó sus resultados económicos del último año, que eran malos. Después me dijo el nombre de Intentia, ya lo tenía elegido.
Una de las ventajas que consideró la Corporación fue que Movex/Intentia no suministraba el software por separado, sino, que al contrario que sus competidores, ejecutaba los servicios de implementación y puesta en marcha.
Intentia ya tenía elegido a su líder del proyecto, antes de confirmarme a mí como el líder, me reuní con él y su ayudante, que finalmente informaron positivamente a SMC sobre mí. Es decir, me validaron.
Como ya he dicho confeccione una lista con las personas que consideraba que debían estar, en base a mi conocimiento sobre ellas. Había países respecto de los que tenía menos conocimiento, en ese caso les pedí que me faciliten candidatos. Algunos de ellos eligieron a “restos de serie”.
Para presentar el proyecto se convocó una reunión cerca de Roma, en Carsoli, con presencia de varios responsables de la Corporación, varios Directores Generales europeos y todos los propuestos para trabajar el proyecto. Ya sabéis el lugar, las fechas en medio de agosto, sobraban grados de temperatura. El plan para la reunión que habían preparado los japoneses y que me comunicaron antes de la reunión, incluía trabajar cuatro días, de jueves a domingo, ambos incluidos. Ya amagué con que para el domingo íbamos a llegar cansados. También me dijeron que los elegidos debían ir a Japón siete días más tarde para un periodo de seis semanas. ¡!!Toma!!!
Argumenté que había gente casada, que estábamos en periodo de vacaciones y que habría que posponer el viaje a Japón, conseguí que se retrasase dos semanas, total tres semanas de preaviso. Eso sí, les dije que no comunicasen esto hasta el final de la reunión, en caso contrario los trabajos previstos difícilmente tendrían resultados positivos. Así lo aceptaron.
Iniciada la sesión, unas 35 personas, empieza Reiji explicando el proyecto, mi nombramiento y que los presentes, excluidos los Directores Generales, habían sido elegidos para llevarlo a cabo. También que eso implicaba ir a Japón de forma casi inmediata, por 6 semanas. Tierra trágame. Me dije a mi mismo. Nunca supe la razón del incumplimiento del pacto, supongo que fue un desliz en el medio del escenario.
Una parte de los elegidos, ya me confirmó, algunos años más tarde, que no sabe que pasó en el resto de la reunión, preocupado por como lo comunicaría a su familia, como se organizarían con hijos, padres, etc., además del impacto de mes y medio en un país lejano y para casi todos ellos desconocido. El desliz me sirvió al menos para conseguir que las sesiones de trabajo finalizasen el sábado al mediodía. En eso gané varios puntos del resto de los colegas. El domingo con vuelos al final del día hicimos una excursión, de trabajo en equipo podríamos decir, a Roma.
Anécdotas de aquellos días hay muchas, recordar por ejemplo que el domingo viajamos a Roma con las maletas que pretendíamos dejar en la consigna de la estación Terminus. A la tarde las recogeríamos para ir al aeropuerto. Al llegar a la estación una cola para depositar maletas en consigna de cientos de metros, cálculo rápido, nos llevaría unas tres horas dejarlas, seguramente no hubiera merecida la pena. Ahí es donde se cimentó una parte de reconocimiento de mi liderazgo, porque a la vista del panorama abordé a un funcionario, le dije que éramos unos 30, después de confirmar que iríamos a retirar todas las maletas a la vez; y, sobre todo, después de los billetes que le solté, me dijo que le siguiese. Hice un imperativo gesto de “a mí los míos” y fuimos todos a dejar las maletas en un cuarto exclusivo para nosotros. En un cuarto de hora estábamos listos para hacer turismo, con ojos de incredulidad de muchos de los colegas.
Con 40 grados largos, hicimos nuestro turismo por los lugares emblemáticos de Roma, nuevos para muchos de nosotros. En mi condición de vitoriano cometí el error de decidir comer al aire libre, lo que se hace en Vitoria cuando hace bueno, es decir 24 o 25 grados, pero no cuando hace cuarenta y tantos grados de bueno. No lo llevamos del todo mal, con birra suficiente y fresquita, se hace más llevadero. A la tarde a San Pedro, al entrar una sensación de alivio, entre la penumbra y los mármoles la temperatura era agradable. Recuerdo que esa semana había comenzado la exposición del cuerpo embalsamado del papa Juan XXIII, un referente para los católicos. Me di cuenta de que faltaba Shaun, irlandés de pura hierba (en lugar de cepa), le vi semitumbado, recostado en una columna, como aprovechando el frescor del mármol. Fui y le dije que se podía ver el cuerpo de Juan XXIII, me miró con ojos de ignorarme, le dije que pensaba que era católico, lo cual me confirmó y que además sentía un grandísimo aprecio por Juan XXIII, pero que no podía ni moverse. Los que le conocemos sabemos que es capaz de salir a la calle en mangas de camisa con temperaturas negativas. No estaba preparado para la canícula romana de agosto.