Corría el año de 1990, una tarde del mes de Abril quedé con José, que me había sucedido unos meses antes en mi cargo de Director Financiero de una multinacional americana, líder en su sector, como se suele invocar en los anuncios de reclutamiento. La cita tenía como objeto charlar sobre el fiasco que estaba siendo mi integración en la empresa nacional a la que me había movido unos meses antes, cuando él heredó mi posición.
Tomando unos vinos, en Vitoria, diríamos unos chiquitos, estábamos, cuando entró en el bar un conocido de ambos, apoderado de un banco de primera línea, que nos saludó y me dijo que tenía que hablar conmigo, que tenía un asunto que podría ser de mi interés, aunque el mismo pensaba que seguramente no. Tenía que ver con una potencial empresa que iría a precisar de un responsable para el área financiera. Le dije que sí que me podía interesar y que me llamase cuando quisiera para hablar más en detalle.