Previamente a la firma de arranque, durante los meses entre Mayo y Octubre, las negociaciones fueron el centro de atención de German y mía. Pero pasaron más cosas. Con Germán viajé a Sabadell y Madrid, varias veces a cada sitio. Germán me decía que para que conociese las filiales de allá y sus personas, el propósito era doble, que me conociesen a mí y bendijesen mi incorporación al proyecto. Como no era de formación técnica, sobre todo en neumática, y ellos carecían de formación económica me contemplaron como un extraño que supuestamente sabía algo que ellos precisaban para llevar a cabo su proyecto. Eso llevó a un cierto respeto, no exento de cierto miedo, por el potencial control que podría ejercer sobre el proyecto.
Germán, la primera vez que nos vimos, me dejo ver un plan de futuro, era una simple hoja de cálculo, hecha con el McIntosh, mazintos en el lenguaje de Legaire (Alfonso dixit), donde se reflejaban las ventas esperadas en cada uno de los tres o cuatro años siguientes. Eran un sueño, por lo grande del crecimiento. En mis visitas a Sabadell y Madrid, aproveche para preguntarles por separado sobre si esos objetivos eran demasiado ideales. Por mi experiencia la gente de ventas trata de rebajar las expectativas entendiendo que así se liberan de la presión de logros exigentes, pero en estos casos, después de algunas dudas iniciales, acababan con algo así como “incluso pueden ser más”. En mi cabeza que Germán estaba loco por pensar que sus planes eran posibles, pero constatar que estaba acompañado en su locura por otros dos actores principales del proyecto me hizo creer en él.
Visitamos también a Martin, en Zúrich y en Pujals, que también me validó, y muy positivamente, para el proyecto. Martin tenía, especialmente si la comparábamos con la nuestra, una visión más completa y a largo plazo sobre los avatares de la empresa en el futuro. Había constituido ya varias subsidiarias en Europa, España era la última de entre los países grandes de la Europa Occidental y ya tenía casos exitosos y menos. Durante el tiempo que estuvo con nosotros, hasta su jubilación prematura, le dimos muchas y buenas sorpresas y alegrías.
Los accionistas anteriores vetaron toda contratación hasta a la firma definitiva de la transmisión, así que yo mismo no era empleado de la empresa. Me pagó Suiza, unos meses más tarde. Eso sí, avanzamos en el reclutamiento de personas necesarias, de tal forma que una vez arrancada SMC contratamos una serie de personas que estaban ya previamente comprometidas.