En un capítulo anterior mencioné a los pioneros, los que estaban en el momento inicial del big bang, merecen ser recordados entre otras razones porque dieron forma a la cultura que rigió, y todavía rige, aunque ya diluida, en esta empresa. Una cultura de cooperación y orientación al cliente, entre otros valores, que ha sido fundamental para la consecución de los éxitos logrados.
Como también mencioné después del arranque comenzó la incorporación de personas. Varios de ellos están jubilados, otros han fallecido, ya contamos cuatro entre estos últimos. Su recuerde pervive entre nosotros.
Entre 1994 y 2008, es decir un periodo de catorce años, se fueron incorporando personas a un ritmo de dos o tres cada mes. Algunos estuvieron un tiempo muy corto, otros nos dedicaron un tiempo suficiente de años como para desarrollarse y aportar al crecimiento de la empresa. Hace no mucho tiempo quedaban aproximadamente la mitad de los que en un momento dado ficharon por SMC. En el año 2007 se registró el mayor número de incorporaciones, 50, de los cuales la mitad siguen con nosotros. Con posterioridad a 2007, por efecto de la crisis y porque ya éramos un número considerable las incorporaciones disminuyeron, pero el ritmo de incorporaciones se ha mantenido muy alto.
Todo ello nos ha permitido mantener una plantilla joven, sin superar los 40 años de edad media, compatible con una fidelidad a la empresa envidiable, medida en términos de antigüedad media. Este equilibrio entre edad y antigüedad, es decir, experiencia, es crucial para desarrollarnos. Se mantiene una ilusión derivada de la baja edad media, mientras se aporta una experiencia notable (eso sin contar con la experiencia adquirida antes de fichar por SMC)
Al cumplir los 25 años desde el inicio de SMC, la plantilla era de 282 personas, de las cuales 221 llevaban más de 5 años en SMC, superando el conocido listón de las 10.000 horas «de vuelo» que, según se dice, es el tiempo requerido para convertirse en experto en algo.
A lo largo de la vida de SMC han pasado por ella cerca de 600 personas (datos de 2017)
En conjunto un balance envidiable, en el total de la historia; con años de pujanza económica, en los que retener a las personas era un reto; y, otros, en el marco de una recesión económica considerable.
La formación de las personas, en muchos casos se trataba de personas sin experiencia laboral previa, o muy pequeña, ha sido una seña de identidad de la empresa. Actualmente los cuadros de la compañía han sido promovidos internamente, después de varios años de desarrollo en sus anteriores funciones. También mucho de los que nos dejaron, fue para hacer carrera en otras empresas, o fundar la suya propia, a partir de los conocimientos adquiridos en SMC. Es también un hecho que algunos de nuestros competidores, con necesidades de cubrir huecos en sus plantillas, han recurrido a nuestras personas para solucionar sus problemas en este capítulo, aunque nunca nos hemos resentido por este drenaje de personas, en principio no deseado.

El compromiso de y con las personas ha sido uno de los factores fundamentales del éxito de SMC, probablemente el más importante. Es cierto que el éxito une, y que cuando uno está en un equipo que va ganando se produce una retro alimentación positiva hacia uno mismo y hacia el equipo, que incide en la disminución de la rotación de personas en busca de mejores experiencias profesionales. Pero también es cierto que hay que tener las condiciones internas para crear un ambiente de trabajo positivo e ilusionante, nada que ver con la relajación y la comodidad precisamente. En eso si se acertó, por varias razones, la cultura inicial, la de los fundadores, vital en este tema; y, la acogida hacia los que se iban incorporando, vistos como aportadores y no como competidores, o beneficiarios de los hitos conseguidos hasta un cierto momento. Creo que eso persiste muchos años después del arranque, mantenerlo seguirá siendo un reto permanente, porque nada está garantizado. Ahora se habla de blindar derechos y situaciones como si fuera posible mantener un estatus, cualquiera que sea, en un mundo cambiante permanentemente.

En este sentido vivimos como si la situación actual fuese a ser permanente, he visto a generaciones posteriores a la mía suspirar por un contrato indefinido. Se percibe que lo que estoy haciendo hoy, en mi puesto de trabajo, lo seguiré haciendo indefinidamente en el futuro. Que el equilibrio conseguido hasta ahora sea cual sea, permanecerá estable sine die. Estamos, como siempre, en un mundo tremendamente cambiante, pero no nos acordamos de cuando no había teléfonos móviles, por no decir internet y correos electrónicos, incluso ordenadores. El cambio es permanente, pero tendemos a pensar que es posible que no nos afecte. Errores conceptuales importantes. Por muy bien que esté en mi empresa, la situación no se prolongará indefinidamente. El marco, o los marcos, de referencia, cambiarán y seguro que me afectará, no necesariamente para mal, pero algún impacto tendrá. A partir de ahí algunas reflexiones, la primera, algo tendré que hacer para mantener la bondad de la situación actual, sea el buen ambiente de trabajo y las relaciones con mis colegas; sea, las relaciones con los clientes, de los que al fin y al cabo vivimos. ALGO TENGO QUE HACER. Si no haga nada, aunque no haga nada malo, la situación tenderá a deteriorarse, efecto entropía. Como se suele aplicar a temas de calidad, estamos subiendo por una escalera mecánica que baja, para mantenerme en el sitio tengo que subir por ella y a más velocidad de lo que la escalera baja. Si me quedo parado me lleva hacia abajo.

Cuando estamos mal, muy mal, es más fácil sacar fuerzas para cambiar la situación, la presión que sentimos nos hace reaccionar hacia el cambio. Sin embargo, cuando disfrutamos de una situación positiva carecemos de esa presión, más o menos externa. Ello no quita para que sigamos atentos y actuando para mantener la situación. Lo que no mejora empeora, es un dicho antiguo, pero moderno, más que nunca porque la velocidad del cambio es progresivamente acelerada.