Corría el año de 1990, una tarde del mes de Abril quedé con José, que me había sucedido unos meses antes en mi cargo de Director Financiero de una multinacional americana, líder en su sector, como se suele invocar en los anuncios de reclutamiento. La cita tenía como objeto charlar sobre el fiasco que estaba siendo mi integración en la empresa nacional a la que me había movido unos meses antes, cuando él heredó mi posición.
Tomando unos vinos, en Vitoria, diríamos unos chiquitos, estábamos, cuando entró en el bar un conocido de ambos, apoderado de un banco de primera línea, que nos saludó y me dijo que tenía que hablar conmigo, que tenía un asunto que podría ser de mi interés, aunque el mismo pensaba que seguramente no. Tenía que ver con una potencial empresa que iría a precisar de un responsable para el área financiera. Le dije que sí que me podía interesar y que me llamase cuando quisiera para hablar más en detalle.
Creo que fue al día siguiente, o a los pocos días, cuando recibí su llamada, fui a visitarle a su banco y le dije que estaba a la busca de un empleo, dado que mi salida de la empresa que me había contratado, con buenas y comunes expectativas, era inminente.
Me explico que se trataba una empresa japonesa que había decidido adquirir una pequeña empresa que venía distribuyendo sus productos en España. Dado mi indudable interés quedó concertada una cita para ese mismo día, a la una de la tarde.
Fuimos a la tal empresa, un chiringuito donde unas 7 personas vivían apretujadas, sobre todo por arriba, tal era la altura de los techos, que ciertamente no superaban la normativa en cuestión.
Me presentó al máximo responsable, de hecho el promotor de la tal empresa y de la entrada de la multinacional japonesa, se llamaba Germán. A los pocos minutos Jesús nos dejó, ya que como dijo, no tenía más que añadir y nosotros veríamos si llegábamos a un acuerdo. Germán me invito a comer para hablar durante la comida, fue en el restaurante Gurea, frecuentado por Germán, como verifiqué nada más entrar y luego fui corroborando en los meses siguientes.
Allí nos contamos nuestras vidas, claro que cada uno desde su plano, de contratante, Germán; y, de potencial contratado yo.
La sintonía fue amplia y positiva, Germán tenia, y sigue teniendo, un talante escuchador y sencillo, facilitador de la conversación y poco inquisidor, por lo menos formalmente.
Me contó que SMC Corporation, después de alrededor de 2 años distribuyendo sus productos, había decidido invertir en España, adquiriendo una participación mayoritaria en Legaire, la empresa de Germán y otros socios de tipo «capitalista» que no se involucraban en la gestión; o, sólo desde un distancia, derivada sobre todo de su falta de conocimientos al respecto.
Germán había estado recientemente con Martin, representante de SMC en Europa, que le había sugerido ampliar y reforzar la plantilla con profesionales en Finanzas, Informática y Compras; como paso necesario para formar parte de la estructura del grupo SMC; y, como base para la esperada expansión de la actividad de la empresa.
Mi nombre se lo había sugerido Jesús pero también otro responsable de banca; ambos le habían dado un mensaje parecido, «conocemos una persona que te vendría bien pero no creo que acepte dado lo bien situado que está». Esas recomendaciones le parecían suficientes a Germán, aunque posteriormente me sometió a evaluaciones de sus dos socios, el catalán y el madrileño, así como la del propio Martin.
Germán me informo de que en los próximos días Martin iría a promover una reunión con todos los socios implicados en Legaire para iniciar los trámites y las negociaciones de cara a facilitar a SMC la adquisición de un suficiente número de acciones; y, a la vez, determinar las líneas que seguiría la expansión de la empresa.
A los postres de esa primera comida, que se celebró el 23 de abril de 1990, la sintonía era excelente, pero no se fijó ningún paso ulterior. En mi caso, con el fin de mantener el hilo del contacto, le dije a Germán que quedaba a su disposición para estar en las anunciadas reuniones, para lo que enfaticé en mis conocimientos en compraventa de sociedades y adquisición por parte de multinacionales de empresas locales, casos que había vivido en varios casos a lo largo de mi carrera, algunos de ellos bastante complejos.
En estos casos las pretensiones de ambas partes son las mismas, en el terreno conceptual, los vendedores quieren vender y los compradores comprar, pero no suele estar tan claro que parte quieren comprar/vender, a qué precio y como quedan situados para el futuro. Es donde se cumple lo de que «el diablo está en los detalles».